"Mientras el tiempo se amontona sobre el tiempo, giran en lo alto las estrellas
y el movimiento de los cuerpos celestes encuentra eco en mi sangre."



jueves, 31 de octubre de 2013

Arcano del día: La Templanza.

Luego de pasar por una semana a pura Muerte  y Ermitaño y luego de haberme encontrado tirado en la calle un VIII de espadas, con su consecuente mal humor de la mano, hoy es el segundo día consecutivo que me toca La Templanza como arcano del día.

Casi siempre tengo la sensación de que existe en mí un gran condicionamiento al descubrir el arcano del día, temprano por la mañana, quedando, de este modo, marcada por una suerte de destino anímico para el resto del día. De todas formas, embarcarme en esos pensamientos únicamente llevan a un mismo lugar y es, justamente, el de cuestionarme algo que para mí ya no está en duda, como la riqueza que esconden aquellas imágenes, los símbolos del Tarot. Pensar qué es primero, si el arcano o mi humor, si el huevo o la gallina, me resulta contraproducente a la hora de aprender sobre su significado simbólico escondido tras lo “intrascendente”, cristalizado y aparentemente sin vida  del día a día y su insoportable rutina. Después de todo, la verdad es que desde ayer que tengo una gran sensación de alegría y un optimismo fuera de lo normal.

¿Qué fue, entonces, lo que cambió?

La semana pasada, luego de tomar algunas decisiones que me consumían demasiada energía, y que implicaban ciertos cambios radicales respecto al rumbo de mi vida, y tras finalizar un largo período de estancamiento en varios sentidos, pude por fin ordenar prioridades y establecer los objetivos que ocuparán mi tiempo y energía de aquí en adelante, hasta por lo menos finalizar el tan famoso y temido “retorno de Saturno”.

Son entonces, estos momentos de templanza donde podemos conectar con la sensación de haber renacido y contemplar aquel proceso vital que nos lleva a transitar cíclicamente etapas de crisis, muerte y resurrección. Oscar Adler, en su libro La astrología como ciencia oculta, dice: “Si nos entregamos sin preconceptos a la impresión que obtenemos del curso de la vida en su forma exterior, no podremos pasar por alto el hecho de que en dicho curso se pone de manifiesto una organización rítmica (…) Sin duda, la periodicidad más sugestiva y acaso más elemental será la del cambio cotidiano entre despertar  y dormir” Ahora despiertos, vueltos a nacer, con el alma enriquecida y el espíritu fortalecido, mezclamos las aguas de nuestras contradicciones más profundas, volvemos a ser uno y llenos de fe en lo que vendrá, encaramos el mundo.

Y es así, como sin quererlo, que en un día de La Templanza y un largo viaje en bondi, me vi atravesada por estos pensamientos.

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